Isabella Parrish Breedgesteel, de luto en la photografía, apuntaba maneras ya de niña. Era muy aficionada a los juegos de magia y hechizos y al quimicefa. Su madre le concertó un interesante matrimonio con William Blackstone, heredero de una importante empresa de minas de carbón, pero un bobo a su entender. El matrimonio duró poco en cualquier caso, pues a los siete meses de su celebración el apuesto William falleció a consecuencia de una indigestión tras un atracón de frutas confitadas. Isabella, a la que algunos afirman con poco poder de convicción haber visto derramar alguna lágrima por aquellos días, ha retornado al hogar aportando la herencia de su marido al capital de la empresa familiar. Aparentemente todo muy normal, pero, ¿por qué sigue Isabella pasando tantas horas con sus juegos del Quimicefa? ¿Por qué nadie le deja entrar en la cocina cuando se ofrece a echar una mano con el aliño? Y, lo que es casi más sospechoso, ¿por qué ha bordado en su vestido con hilo escarlata Yo lo maté? (Joder, a ver si es que lo mató ella y soy el único que no lo sabía).
Theresa Northless Bridgesteel, de blanco en la fotographía, era la mayor y la más inteligente de sus tres hermanos. De pequeña solía ser la que dirigía los juegos colectivos, orientando en todo momento a los demás. No hubo manera de convencerla para que se casara con nadie y se dedicó enteramente al estudio de la Filosofía y el Pensamiento. Nunca abandonó el hogar familiar y actualmente dirige una Asociación Philantrópica en la que se junta gente muuuuuy rara. Se les conoce por las siglas de su emblema: ETCP, que nadie sabe exactamente lo que quiere decir. Los investigadores del tema de las sectas han propuesto diversas interpretaciones de las siglas: Eruditos Tocando Con Pandereta (Eruditas, según afirma la corriente feminista, aunque sin aportar pruebas muy contundentes); Estamos Tocándonos Con Pulsión, Estaríamos Tan Contentos Paseando... y no, El Tejado Cae a Pedazos, Estamos Tomándonos Cuatro Pelotazos; en fin, Esdrújulo Talibán Concédenos la Paz, propone la corriente más heterodoxa y no por ello menos patética de la erudición. ¿De qué gaitas habla esta intelectualidad en sus conciliábulos nocturnos? ¿Quién coño es ese tal Robert de Logseley que lidera en la sombra la secta? Y, lo que más nos debe preocupar, ¿qué pinta Theresa con esta gente? ¿Es que ha perdido la brújula?
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